Aunque esta boda hizo la número 97 de esta temporada 2014, todavía me aguardaban muchas sorpresas.
Lo que siempre digo. Cada pareja un mundo y la de hoy en concreto no eligió el mundanal ruido.
Aunque este lado no se aprecie, por contener nuestros ya omnipresentes pastelitos, donuts, bombones, lionesas y cookies.
Fue MARRUECOS el telón de fondo y de forma.
Los bordados, brocados y colores
Los aromas, texturas y matices. Con grandísimo protagonismo del té.
El té invadía en aroma y en color toda la estancia: intenso rojo para el de frutos del bosque, el brillo de la manzana turca, el atezado negro Pakistaní y el verde ganador del té a la menta.
El brillo y los destellos lo aportaban la colección de vasos y su ribete dorado, las tazas conjuntadas sobre el plato que reposaban a base de motivos vegetales en plata.
Y las teteras, al alma máter de este "conjuro", a las que nada se le escapa y que permiten el perfecto escaldado del agua que cobijan.
No quisiera pecar de retórica, pero reconozco que este hierba me está hechizando.
Mención aparte merecen los meseros. Delicadas telas a modo de fina arpillera blanca, con sutiles estampados. De diez
Y nosotros de estreno con dulces típicos marroquíes: Ghribias de nueces, pastas de almendras y confitura y triángulos crujientes con miel. Había que estar a la altura.
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Con todos estos vaivenes al Magreb, no puedo obviar ni pasar por alto la incursión que allí hicimos a principio de 2014 mi amiga Lierni y una servidora.
Bastó recibir una llamada de teléfono por aquello de felicitar las Pascuas y en cuestión de minutos estaba enrolada en su propuesta.
Y así, que acabamos en Rabat. Tal cual.
Preciosa la inacabada Torre Hassán y sus murallas
El monumento más popular de la capital es este mausoleo de Mohammed IV, cuanto menos pretencioso, pero merecedor de la visita.
Nos hospedábamos en el corazón de La Medina.
No es esta de Rabat ni tan retratada, ni conocida como las de Fez y Marraketch, pero sin duda más real y auténtica.
Los contrastes eran constantes.
La "olla expréss" para la elaboración del Tajine, era sin duda el más común de los elementos de cocina a la venta.
Sus famosas babuchas, la marroquinería, la bisutería, el cristal y la cacharrería... conviven con los encurtidos y especias a las que yo rindo verdadera pleitesía.
Claro que no puedo obviar las cabezas de animales degolladas y expuestas en todas y cada una de las carnicerías, que además de algo macabro cortaba hasta la más ligera de las digestiones.
Nada que ver con la amable y variada paleta de dulces.
Eran muy comunes los Cuernos de gacela llamados Kaab ghouzal. Veíamos a las gentes en multitudes degustarlos en los puestos, cogiendo de sus rebosantes palanganas.
Almendras, canela, piñones, miel y confituras. Para que las pastas, y los antecesores de nuestros pestiños (que aparecen en forma de triángulo en la mesa de la boda), conformen el vistoso y artesanal mosaico de elaboraciones locales.
En la puerta de la Universidad nos quedamos "atrapadas", por la tormenta que cubrió la ciudad.
Las calles y avenidas, carentes todas, de canalizaciones y conducciones de las aguas pluviales, eran literales ríos que los locales cruzaban con apenas unas zapatillas -sin inmutarse oye-.
Nos acompañaba de contínuo,
...pero cuando nos daba tregua, la luz se colaba con fuerza.
Así en la zona de la playa, disfrutamos de un lado de la locura de las olas y del otro del eterno reposo (incautas nosotras entrando, porque nos desalojaron con bastante poca discreción)
En el Barrio azul de los Oudayas casi nos quedamos encerradas. Llegó la hora del rezo y para nada nos dimos por aludidas; en ese momento se cierran las puertas de la muralla -por poco ¡pufff!!-
Este barrio, además, se asoma y goza de una de las mejores vistas sobre el río
Hicimos nuestras escapadas. Una de ellas fue a Mohammedia, lo equivalente de Somo con Santander, Suances a Torrelavega y en honor a Lierni, lo que Zarautz a San Sebastián.Playazo, con terracitas muy chulas. El pueblo aún conserva su esencia como se aprecia en esta "zona comercial"
Y como los trenes nos molaron, no nos lo pensamos y partimos también rumbo a Casablanca.
Y con "ella" llegaron las picardías, los regateos, el megabullicio y las macroconstrucciones.
Para prueba la Gran Mezquita de Hassan II. Todo eran cifras y récords . La más grande del país. La más cara y moderna (eso sí financiada con dinero privado a base de suscripciones). Con el minarete más alto -elevado más de 200 m-. El único poseedor de un láser que apunta a La Meca y es visible desde 30 km de distancia. Sólo ella se asoma e invade el mar, solo ella es la que tiene el techo que cubre la enooooorme sala de oración con apertura automática (por eso nos dijeron que no olía, ya que la ventilación es instantánea jejeje).
La mente se perdía también con los materiales. Por supuesto los más nobles: latones, titanio a saco para todas las inmensas puertas, cientos de enormes lámparas de cristal de murano, artesonados en madera de cedro, y una larga lista imposible de detallar.
Faraónico y mastodóntico.
Como para gustos todo vale, humildemente se queda esta servidora con su Santa María de Lebeña; evocadora, discreta y encantadora....
Casablanca nos dio también un pequeño susto, de nuevo por "colonas" (en unos de los barrios que nos metimos, no nos echaron, pero reiteradamente nos "advirtieron"; a la tercera fue la vencida y regresamos ligeras sobre nuestros pasos).
Una populosa ciudad con muchísimos contrastes y otro tanto de miseria, que asomaba de manera algo cruel.
No por ello nos dejó de ofrecer alguna pintoresca escena callejera, sobre todo en las zonas más humildes.
Desde luego Marruecos se nos mostró vibrante, amable y pausada. Nos acogió y la disfrutamos, así que tocará volver (y que sea más pronto que tarde)
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